LOS MAESTROS COMACINOS
Francisco Ariza
LOS MAESTROS
COMACINOS
Una de las cofradías
de constructores medievales descendiente directamente de los Collegia Fabrorum
romanos fueron los “Maestros Comacinos”, así llamados porque eran originarios
de la región del lago de Como, y también del Lugano y del Mayor (Maggiore), en
el norte de Italia, de donde se expandieron a toda Europa a partir del momento
en que fueron llamados por Carlomagno (siglo VIII) para construir la basílica
de Aix-La-Chapelle (la Aquisgrán germánica). Aunque hemos de decir que ya un
siglo antes los Maestros Comacinos habían estado en Inglaterra, confirmando así
lo que dicen las leyendas masónicas acerca de la llegada a las Islas
Británicas, incluida Irlanda, de constructores continentales, los cuales
tomaron contacto con las tradiciones de origen celta (los druidas), allí
establecidas desde antiguo. Era ese un momento crucial en la historia de
Europa, pues recién había sido creado por Carlomagno el Sacro Imperio Romano,
el cual sería un pilar fundamental en la construcción de la Cristiandad
medieval.
Se iniciaba entonces
un nuevo ciclo histórico, y los Maestros Comacinos siembran la tierra europea
de edificios religiosos y civiles, y debido a su asentamiento en los
territorios donde construían y por su contacto con las tradiciones locales, con
las que se fundieron, poco a poco fueron creándose las nuevas cofradías de
constructores, las guildas o “asociaciones libres de masones”, ya completamente
integradas en la cultura judeo-cristiana, si bien siguieron conservando la
herencia de los Collegia romanos y a través de ellos las enseñanzas de
los pitagóricos acerca de la sacralidad del número y la geometría.
Asimismo, no deja de
ser significativo que maestros comacinos viajaran a Palestina durante las
primeras cruzadas y allí aprendieran determinadas técnicas que incorporaron
posteriormente a su arquitectura, de la que saldría el arco ojival,
característico de la arquitectura gótica.
Decir, en fin, que el símbolo de
estos maestros era el compás abierto con una rosa en su interior, uniendo así
dos símbolos que aluden respectivamente al cielo y a la recepción de sus
influjos espirituales, papel que cumple aquí la rosa, análoga a la copa. Ambos
han pasado a ser el emblema actual de los arquitectos. Francisco Ariza
El Taller: franciscoariza5@gmail.com
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