SOBRE EL LIBRO DE RUTH (1:1-7) "EL PEREGRINAJE DESDE BETHLEHEM A LOS CAMPOS DE MOAB, Y SU RETORNO"
Jo Agnós Adelfós[1].
SOBRE EL LIBRO DE RUTH (1:1-7)
"EL PEREGRINAJE DESDE BETHLEHEM A LOS CAMPOS DE MOAB,
Y SU RETORNO"
NOTA PRELIMINAR.- Esta es la tercera entrega, de las varias, que EL TALLLER está publicando del Maestro masón Jo Agnos Adelfós sobre el Libro de Ruth, un texto que forma parte de la instrucción y la didáctica de la Masonería. El autor sigue abundando en las etimologías y la metafísica del lenguaje para adentrarse en ámbitos no muy conocidos del simbolismo masónico, pero abriendo vías de investigación también para quien esté interesado en el simbolismo tradicional en general, y hermético en particular. Por ejemplo, aquí, Jo Agnós Adelfós realiza una serie de relaciones simbólicas entre ciertos pasajes e interpretaciones del Libro de Ruth con ciertos arcanos mayores del libro de Hermes, es decir del Tarot, lo cual nos muestra, una vez más, que en lo referente a lo esencial de la enseñanza iniciática las distintas tradiciones coinciden plenamente entre sí.
Primera Parte. Versículo 1
La exposición preliminar de los versículos que
correspondan a cada entrega se hará en las cuatro lenguas que han sido
vehículos relevantes para diversidad de símbolos y expresiones míticas
centrales de la tradición iniciática
en occidente, verbi gracia: hebreo,
griego antiguo, latín y castellano.
Así pues, veremos que a través de ellas podremos vislumbrar algunos
elementos esenciales que, si partiéramos de la versión castellana directa y exclusivamente, quedarían relegados.
A continuación se irá comentando el libro que nos ocupa, haciendo cita de
los pasajes que sean necesarios para representar lo expuesto, en este sentido,
damos inicio en distintos idiomas con el primero de los siete (7) versículos (de Ruth 1:1) que corresponden a este trazado:
ויהי בימי שפט השפטים ויהי רעב בארץ וילך איש מביתלחם יהודה לגור בישד מואב הוא ואשתו ושני בניו[2]
Wa'yehí
bimē shephót ha'shophetím wa'yehí ra'áv ba'áretz wa'yélekh ísh mi'Bethléjem
Yehudáh la'gūr bisdé Moab hú we'ishtó u'shnē banáw.
ΚΑΙ
ἐγένετο
ἐν
τῷ
κρίνειν
τοὺς
κριτὰς,
καὶ
ἐγένετο
λιμὸς
ἐν
τῇ
γῇ·
καὶ
ἐπορεύθη
ἀνὴρ
ἀπὸ
Βηθλεὲμ
Ἰούδα
τοῦ
παροικῆσαι
ἐν
ἀγρῷ
Μωὰβ,
αὐτὸς
καὶ
ἡ
γυνὴ
αὐτοῦ,
καὶ
οἱ
δύο
υἱοὶ
αὐτοῦ.[3]
Kái
egéneto én tō krínein tús kritás, kái egéneto limós en tē gē, kái eporéuthē apó
Bēthleém Iúda tu paroikēsai en agrō Mōáb, autós kái hē gynē autú, kái hoi dyo
hyiói autū.
In
diebus unius judicis, quando judices præerant, facta est fames in terra.
Abiitque homo de Bethlehem Juda, ut peregrinaretur in regione Moabitide cum
uxore sua ac duobus liberis.[4]
Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá, fue a peregrinar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos.[5]
1.- “SER Y NO-SER”, PUNTO DE PARTIDA
Todo comienzo nos habla de “un principio”,
todo “principio” es la expresión del “SER”. Cuando nos planteamos al “SER” es
porque en un ámbito, más allá de toda concepción y como antesala de la unidad,
a partir del cero metafísico (0) se da cuenta del “NO-SER”.
Sobre ese ámbito del cero metafísico, nada puede decirse.
En cuanto al “Ser” propiamente, bajo el orden anterior, se reconoce que hay
un aspecto “principal”; y que en el libro de Ruth inicia con "EL
SER".
A pesar de que en la versión castellana se comienza el primer versículo con
la expresión verbal "ACONTECIÓ..."[6]
lo que en contraposición al ser nos refiere más bien al “devenir” de
determinados acontecimientos, lo circunstancial y contingente; sin embargo, en
las tres primeras lenguas empleadas al inicio de esta plancha, se hace referencia
a algo muy diferente.
Así pues, en la versión hebrea y griega se da comienzo con el verbo más
primordial de todos, ese cuyo infinitivo empleamos previamente (SER) y que, además, gracias al milagro de la lengua, hace posible, en las distintas
culturas, poder plantear, como se dijo antes, un elemento que en esencia es
inefable, la idea del "No-Ser". Como lo expresa la segunda epístola del TAO TE CHING en uno de sus versos:
"Ser y no-Ser se engendran uno a
otro...".[7]
Dicha primordialidad infinitiva, verbal y abisal nos confronta con el
primer versículo del cuarto Evangelio, donde Juan el Evangelista[8]
refiere la preeminencia ante todo del “Principio”; e igualmente con el
primer versículo del Génesis en donde se expone “Be’reshit bará Elohím…”
a saber “En el principio Dios creó…”.
Todas estas alusiones buscan conducirnos como aprendices masones a un estado
donde podamos hacer efectivo ese mandato inicial del V.'.M.'., cuando exclama:
"silencio", y "en logia...".
En el orden anterior, a las luces de las lenguas señaladas como relevantes
al inicio, observamos que la versión hebrea comienza con “Wa'yehí” que es una
conjugación imperfecta en 3ra persona masculina singular del verbo “Hayah”[9], raíz
trilítera hebrea que significa “ser, estar, llegar a ser”.
Por su parte, la versión griega da inicio con el verbo “egéneto” una conjugación en aoristo [referencia a formas verbales de varios idiomas], 3ª persona singular del verbo “gígnomai” que significa “llegar a ser”.
La versión latina es también muy elocuente pues da comienzo, no con un
verbo sino con una preposición no menos importante: “In”; la cual, cuando
precede a un ablativo[10]
significa “en, sobre, entre, en medio de…”.
En este último caso, tanto si se toma en un sentido como en otro, el modo
de inicio de la versión latina nos habla, por un lado, de un ámbito “interior y
central”; pero también, por el otro, alude a una jerarquía, apunta hacia lo que
es “superior”, cuando refiere lo que está “sobre…”.
2.- LA TRÍADA: TIEMPO-VACUIDAD-ESPACIO.
Partiendo de lo principal, entonces podemos seguir con el despliegue
ordenado de lo que sigue. Es así como luego de lo fundamental, tiene lugar la
determinación de una tríada igualmente esencial: un tiempo, un estado y un
lugar.
Dicha tríada aludida en el subtítulo de este acápite como “tiempo, vacuidad,
espacio”; es aquélla a la cual el versículo se refiere cuando expresa: “en
el tiempo en el que…hubo hambre…en la tierra”; así
pues, bajo ese enmarque se alude a la conocida tríada: “cielo, condición humana,
tierra”; “compás, letra, escuadra[11]”.
La “condición humana” resulta ser la primera letra que una vez ha sido
dada, se tiene entonces acceso a la segunda, dando lugar a la posibilidad de
componer la “palabra sagrada”.
“καὶ ὁ λόγος σὰρξ ἐγένετο καὶ ἐσκήνωσεν ἐν ἡµῖν καὶ ἐθεασάµεθα τὴν δόξαν αὐτοῦ δόξαν ὡς µονογενοῦς παρὰ πατρὸς πλήρης χάριτος καὶ ἀληθείας.” Jn. 1:14.
“kái ho lógos sárks egéneto kái eskênôsen en hêmín kái etheasámetha tên dóksan
autû dóksan hôs monogenûs pará patrós plêrês kháritos kái alêthéias.” Jn. 1:14.[12]
2.1.- Un tiempo.
Tomemos en cuenta el primer elemento: el tiempo. El texto hebreo
transliterado expresa “bimē shephót ha'shophetím…” (en los días en que
gobernaban los jueces).
A propósito del período de los Jueces y su simbolismo general, se ha
señalado lo conducente en la introducción hermenéutica al libro de Ruth.
La expresión “en los días…” es la traducción del término semítico “bimē…”
que resulta ser una composición de la preposición “beth” (que alude en este
caso al “en” expresado en la versión latina) más el plural constructo del
sustantivo “yom” (día).
La composición de dicho sustantivo es trilítera igualmente. El mismo está
conformado por las letras “yod”, “waw” y “mem” (sofit)[13]. Ahora bien, si tomamos en cuenta el valor numérico de cada una de esas letras
en atención a su “posición en el alefato” tenemos que sus correspondencias
numéricas son: 10, 6 y 13.
En vista de la arquitectura de las tres letras referidas, es indudable el
despliegue desde lo “primordial-seminal” en la “yod”; luego, el descenso de aquella fuerza a través de la vertical de
la “waw” y su consecuente aprovechamiento por parte de la multiplicidad del
plano horizontal evidenciado en el trazo de la letra; finalmente, su retorno al
origen a través del descenso subterráneo, representado en la dirección oblicua
de retorno esbozado en la “mem sofit”.
En correspondencia con la arquitectura sagrada de las letras, las posiciones
de las mismas en el alefato las vinculan directamente con el simbolismo
hermético de los Arcanos Mayores del libro de Hermes [el Tarot]. Es así como las letras
quedan transfiguradas en tres figuras correspondientes: La Rueda de la Fortuna, Los Enamorados y la Muerte, [pese a que este arcano no lleva nombre].
La revisión de estos tres arcanos nos muestra el sentido simbólico de
aquello que el “DÍA” expresa, además de su importancia en la doctrina de los
ciclos, todo ello a las luces de la tenida masónica y de los mitos que
constituyen su fundamento simbólico.
En la revisión de los 3 escenarios, veremos las 3 posiciones diurnas del
Sol, las 3 ventanas del tapiz del primer grado simbólico, 3 centros de
consciencia, ámbitos de superioridad que se posan sobre un mundo representado
en aquella tierra aludida en el versículo que se ha citado arriba.
Los “jueces” de aquellos “tiempos” están abajo, en la confusión aparente, producto
de “toda necesidad”, que se vislumbran en los conjuntos que serán comentados a
continuación.
2.1.1.- Primera posición diurna del Sol, una ventana[14]
en el Or.’.
En la primera figura[15],
el centro de la rueda[16]
constituye el punto a partir del cual tiene lugar el despliegue primordial
referido, ese es el eje fundamental, el giro incesante de la propia rueda tiene
lugar precisamente por su inmutabilidad.
En un primer plano se nos aparecen dos criaturas atrapadas en ese
movimiento inexorable, que la antigua sabiduría oriental calificó como la
“Rueda del Samsara”.
Contemplemos esta primera figura, en ella, una criatura sube y la otra baja,
ambas tienen un aspecto que no es totalmente animal ni totalmente humano, las
expresiones de sus rostros y extremidades confunden al espectador acerca de su naturaleza.
Hay una manilla que emerge del propio centro, pero ninguna mano la dirige, la
ausencia de dirección sobre el manillar lo hace huérfano, se evidencia una
carencia absoluta de voluntad y deliberación; el propio par de criaturas de la
circunferencia están allí como enganchadas, enredadas, entretejidas en la
periferia, son ellas las que parecieran generar el movimiento. Como si un
antiguo operador de la rueda la hubiese abandonado, dejándola a merced de sendas
criaturas. Y es que a su vez ese centro, manifestación del punto primordial (el
Ser), implica la antesala del “No-Ser”;
en ese sentido, la ausencia del director del manillar evidencia que el mismo
“no está”. Recordemos que el verbo SER contiene en sí las nociones de “ESTAR” y
“HABER”. De allí que la ausencia aludida implique precisamente la misma idea
que se viene desarrollando.
Seguidamente las dos verticales que sustentan al eje central de la rueda que
a su vez es el manillar sin amo, se soportan a su vez sobre una “escala subutilizada”,
debido a que dicha escalera no cumple su función natural, que es la de conducir
a un usuario hacia niveles superiores o alturas determinadas. Se trata de una
escala caída, subvertida, cuyos tramos no conducen a ninguna altura sino que es
un paso más en la horizontal; pero aun así, de sus dos “posa-manos” surgen
precisamente las dos vigas verticales ya mencionadas que parecieran aludir
sutilmente a un orden y a un vínculo esencial existente entre “escala, vertical
y centro”.
Finalmente, en esta primera imagen, en esta primera letra “imaginal”, se
erige sobre todo el conjunto una misteriosa figura. Por encima de ese
movimiento inexorable una criatura coronada, de capa y espada, que ha
amalgamado en su ser la conjugación de los colores “dorado, rojo y azul”[17],
se posa en quietud y contempla; su mano izquierda sostiene la espada cuya
empuñadura se apoya sobre el corazón, su mano derecha le sirve de soporte para
sostenerse en ese sitial elevado; toda ella es un centro de consciencia
superior, como el Sol naciente que desde el Or.'., despliega la luminosidad
diurna, símbolo de la manifestación universal.
2.1.2.- Segunda posición diurna del Sol, una ventana en el Sur
En la segunda figura pareciera presentarse nuevamente la rueda, solo que en el espacio central de la figura se encuentra a su vez “el centro” anatómico de un caballero, flanqueado por dos damas. El caballero mira a la dama de su derecha, él a su vez es mirado por la dama de su izquierda, mientras esta es objeto de la atención del querubín alado que le apunta con un arma de naturaleza apolínea. La dirección en que viaja el sentido de la vista a través de la dirección de las miradas ya indicadas, evidencia, a su vez, la misma ruta que siguen la escritura de las lenguas semíticas, con todo el componente simbólico de lo que constituyen como lenguas sagradas, arcas y vehículos[18].
Una de ellas, la dama que se encuentra a su izquierda, señala igualmente con
su mano izquierda (la mano de la misericordia conforme al esquema tradicional) precisamente
a ese ámbito central del torso del hombre, que pareciera ser una trasposición
del eje central de la rueda de la figura anterior. El hombre se encuentra
vestido con los mismos colores del resplandor solar que se halla por encima de
todo el conjunto.
En el centro del Sol se halla la manita derecha del querubín, empuñando y
“templando” con determinación el arco, como Odiseo despojado de sí mismo,
andrajoso y mendigo, desapercibido y victorioso al final de su jornada. En el
centro del hombre a su vez, equiparable al del Sol, está su corazón, elemento
fundamental de lo que viene a continuación.
Así como en la primera imagen teníamos a dos criaturas en direcciones
opuestas del movimiento, en esta tenemos a dos damas cuyas posiciones se
contraponen, la dama de la izquierda (del hombre de la imagen) muestra su
rostro por completo, el color de sus cabellos denota una naturaleza “solar”, al
punto que su mano derecha se retira “voluntariamente”, evitando posarse sobre
los centros inferiores del personaje central.
Esa mano, la que se retira, es “la del rigor” conforme al esquema
tradicional, y en lugar de ejercer la antedicha conquista, mediante el
ejercicio de un movimiento oblicuo, se posa justo en el ámbito central de la
franja roja de su propia vestimenta, la que va desde su hombro izquierdo hasta
sus pies. Esta dirección en reversa de la mano y el lugar donde se coloca
finalmente, en conjunto con la posición de la otra mano, genera una continuidad
anatómica que parte desde el corazón del hombre viajando por la mano femenina que
le toca hasta su propia anatomía. Esta continuidad se hace mucho más patente
con el hecho de que el hombre no muestra su brazo izquierdo, pareciera que esa
propia dama sin corona es una extensión de sí mismo.
Del lado contrario tenemos a otra dama, muy diferente a la anterior, se
encuentra coronada con un tocado irregular que da la impresión de una llamarada
vapuleada por el viento, su rostro solo se deja ver en uno de sus lados, el
derecho. El lado izquierdo de esta dama se encuentra fuera del contexto de la
imagen, su mano derecha se posa de igual manera sobre el rúbedo, pero no el de
sí misma sino el del muslo derecho del hombre, su mano izquierda igualmente
está sobre el hombro derecho del caballero. Esta segunda dama, en su totalidad,
ejerce todas sus potencias sobre las dimensiones indicadas.
La tríada de manos posadas en la anatomía del caballero es de suma
elocuencia, se despliegan en sentido descendente, están alineadas en tres
ámbitos: corazón, infra-plexo y muslo[19].
Esta segunda figura femenina no se manifiesta como extensión del caballero,
sino como algo que pareciera ser exterior a él, al punto que el brazo y mano
correspondiente hacen una escuadra.
Al igual que su antecesora, en esta segunda imagen, por encima del
revelador conjunto de “los enamorados” se encuentra, sostenido en vuelo, el
mencionado querubín, que a su vez es Eros con las indicaciones referidas al
inicio de este subcapítulo en referencia a su arma simbólica, cuyos cabellos
solares hacen que este Ser sea el vértice superior de la tríada conformada por
el caballero y la dama sin corona. A esta última figura femenina apunta con
determinación el querubín, que a diferencia del “Ser Superior” de la carta anterior,
se encuentra en completa actividad, está “en vuelo” y “en tensión de su arco”, solo
que su actividad es como la del “Wu Wei” y la “Hēsykhía” de raigambres orientales.
Dicho Ser, como el anterior, es un centro de consciencia superior, como el
Sol del Mediodía que desde el Sur.'. hace descender todo su esplendor para
recrear el instante meridiano de la “re-creación” a que se aludió con
anterioridad.
2.1.3.- Tercera posición diurna del Sol, una ventana en Occidente
De esta tercera imagen no se dirá mucho: la hoja de la guadaña como la
franja roja del vestido de la mujer sin corona de la figura anterior es
evidente, al punto que pareciera ser su propia cabeza la que emerge en la parte
inferior izquierda de la carta, sobre la cual se posa el pie izquierdo de la
osamenta. El pie derecho no se encuentra por ningún lado, está hundido en las
entrañas de la tierra. La guadaña separa esta primera cabeza (de la dama sin corona)
de otra cabeza, que alude a la de la
dama coronada, en el lado opuesto, en la esquina inferior derecha.
Manos, pies, osamentas diversas, todo regado, sembrado, naciendo,
hundiéndose, indeterminación total, en una inmensa mezcla de lo que una vez constituyó
algún conjunto ordenado.
La osamenta empuña la guadaña como lo haría Caronte al conducir su barca en
las aguas del inframundo. Esta figura sin piel, andrógina, despojada de piel y órganos,
más allá de toda putrefacción, muestra el mismo lado derecho del cráneo, como
el rostro de la mujer coronada con las llamas de la imagen anterior.
Este tercer Ser, más allá de cualquier descripción, es a su vez un centro
de consciencia, dirigido al transporte y a la siega que debe cumplir con su
guadaña.
Como los dos anteriores, cerrando el ciclo diurno, es un centro de
consciencia superior, como el Sol del Poniente que desde el Occd.’., desciende
con todo su esplendor para representar el instante de la “re-creación” en que
“son pagados los obreros y despedidos contentos y satisfechos...”.
Así pues, una vez que se ha visto el simbolismo de lo que el día expresa,
se observa que es en las dimensiones de manifestación del ser en sus diversos
estados donde tiene lugar el despliegue del libro de Ruth y de todo el trabajo
en él implicado.
Las cartas son hojas de ruta, mapas sagrados dirigidos a señalar la
naturaleza del ámbito donde tiene lugar aquella peregrinación desde Bethlehem (Belén) a
Moab y su retorno; la cual ocurre en la interioridad de quien que acude a tocar
las puertas del templo en pro de la iniciación y de la realización espiritual.
Las cartas aluden al centro en todo momento, señalan la periferia inmanente
y los centros de consciencia transcendentes que se erigen siempre.
“…aquel que se libera de deseos, contempla la secreta perfección. / Aquel que se llena de deseos, contempla solamente sus fronteras.”[20]
La lengua helena, por su parte, habla del Tiempo
expresando que “…én tō krínein tús kritás…” (Literalmente: “…en el juzgar de
los jueces…”). En este orden, aunque no se alude expresamente al término
“tiempo” o “días”, en el contexto griego
se hace referencia a “tō krínein”, que es un infinitivo presente en versión
dativa que significa “juzgar”, pero también “separar, distinguir, escoger,
preferir, decidir, acusar, condenar, explicar, interpretar, resolver, luchar
contra”, por lo que se observa como en “el juzgar” hay elementos que conectan
con un “discernimiento”. En cada uno de esos infinitivos se encuentra la
acción de “destilar y sublimar”, separar lo sutil de lo espeso:
“…si terra fiat, eam ex igne subtili, qui omnem grossitudinem et quod hebes
est antecellit, spatiosibus, et prudenter et sapientie industria, educite.” [21]
“Si la tierra fue hecha, sepárala del fuego sutil, ese que aventaja a todo
elemento grosero y a lo que es denso, con grandes extensiones, prudentemente y
con sabia diligencia.”
Se observa en consecuencia, como el mismo pasaje, pero en la versión griega
de la septuaginta nos confronta con el carácter poliédrico presente en todo
simbolismo de esta naturaleza. En su terminología se encuentra todo un universo,
donde el acto de juzgar se transfigura en el trabajo de discernimiento
propiamente.
Una vez que se ha determinado el simbolismo presente en el primer elemento de la tríada señalada, dejaremos los siguientes dos aspectos: EL ESTADO DE VACUIDAD y el LUGAR para sucesivas entregas, a los fines de poder: “espigar en el campo en pos de los segadores…”.
[1] Esta expresión es la transliteración de una expresión griega que se
traduce como “El Hermano Des-conocido”.
Quien escribe esta plancha fue bautizado muy apropiadamente con este nombre por
pequeños sobrinos. Tiene gran significación, pues su búsqueda espiritual y
objetivo es la de conocerse a “sí mismo”. Su estado es precisamente el de
“des-conocido”; la legión, arriba referida, sabe de él tanto como él mismo:
nada. En medio del fragor de la batalla todo es confusión. Solo Moisés, Aarón y
Hur distinguen bien entre Israel y Amalec, desde la cumbre del collado.
[2] Libro de Ruth, versión hebrea extraída de “ANTIGUO
TESTAMENTO".
[3]
Idem, versión en griego antiguo extraída de “The Greek Septuagint with
Apocrypha, compiled by Sir Lancelot C. L. Brenton”, public domain, 2021, p. 227.
[4] Idem, versión en latín
extraído de la BIBLIA SACRA JUXTA VULGATAM CLEMENTINAM. Editio electrónica.
Plurimis consultis editionibus diligenter praeparata a MICHAELE TWEEDALE., p.
245.
[5] Idem, versión
castellana extraída de la BIBLIA DEL OSO. “Las Sagradas Escrituras Versión
Antigua”, traducida de los textos originales en hebreo y griego al español por
Casiodoro de Reina (1569), p. 256.
[6] Versión
castellana extraída de la BIBLIA DEL OSO. “Las Sagradas Escrituras Versión
Antigua”, traducida de los textos originales en hebreo y griego al español por
Casiodoro de Reina (1569).
[7] Lao Tzu. TAO TE
CHING. Editorial Azul, primera edición. 1999. Barcelona. España., p. 39.
[8] “En arkhe en ho
logos…” “En el principio era el logos…”
[9] Verbo compuesto
por las letras “Heh, yod y heh”, que alude al nombre inefable del Delta y a la
respuesta de Dios a Moisés “eheieh asher eheieh” ["el Ser es el Ser"].
[10] “diebus” es el ablativo plural del sustantivo “diez”:
día, tiempo.
[11] Se omite voluntariamente la indicación de la letra “G”, en
atención a que la misma es una adaptación de la “yod” originaria, que se hizo
partiendo de la inicial del sustantivo “Dios” en otras lenguas (God, Gutt,
etc.,). Por su parte, la importancia de la consonante hebrea primigenia es de
gran relevancia, por su lugar en el nombre sagrado, su valor numérico, su
arquitectura y su posición en el verbo al que se ha aludido al inicio de este
trabajo.
[12] “Y el logos (la palabra) llegó a ser carne y residió en
nosotros y contemplamos su gloria, la gloria del unigénito del padre, plena de
gracia y verdad.” Jn. 1:14.
[13] Sofit es una
expresión hebrea que alude al “final”, se refiere a las consonantes cuando son
empleadas en su versión de “final de palabra”.
[14] Una ventana es un
elemento arquitectónico sumamente particular, que a su vez se proyecta para componer una
“raíz trilítera” en el tapiz del 1er Gr.’.Simb.’.; la misma es un centro de
observación en dos sentidos: hacia fuera si el espectador se ubica desde la
perspectiva interior y hacia dentro, si el mismo se halla en la perspectiva
opuesta. Si entendemos a la arquitectura como el oficio tradicional dirigido a
una especial “fijación en la estructura” de un orden universal que bajo nuestra
percepción ordinaria está en constante movimiento, entonces el espectador que
mira desde adentro del templo es aquel que se ha ubicado en lo inmutable y
logra así “con-templar” el orden aludido. De allí se sigue que el otro espectador mira desde afuera del templo,
ubicado en lo móvil, cuya perspectiva no es la del que se ha posado en lo
inmutable sino del que se encuentra en
lo que ordinariamente se percibe como fluctuante. Sin embargo, si este segundo
observador, puede detenerse en medio de ese incesante devenir, ha logrado
conquistar la voluntad de mirar “hacia dentro”, para así percibir “lo
inmutable”, lo central, haciéndose consciente de la fijación de aquello que
para él es un ir y venir, sin comienzo ni fin alguno. La etimología de
“ventana” originalmente se vinculaba con “puertecilla para el viento”, lo que
alude de inmediato a los orificios de la nariz. La conexión de lo anterior con los
tres “nadis” principales referidos por la tradición Ayurvédica y Yóguica es
patente.
[15] Esta primera
figura es el Arcano Mayor número 10 del Tarot titulado “La Rueda de la Fortuna”.
El Q.'.H.'. Federico González, en su obra “El Tarot de los Cabalistas" (p. 97)
expone: “..representa la rueda de la vida y las encarnaciones (lo que en
el budismo se denomina Rueda de Samsâra) de la que habremos de liberarnos
gracias al proceso iniciático, ascendiendo a otras regiones del ser.” Estas
y otras de sus consideraciones han sustentado las relaciones efectuadas sobre
las imágenes descritas en la presente plancha.
[16] Dicho centro está entrecruzado por 3 ejes o dimensiones
que evidencian las 6 direcciones del espacio sagrado que componen la
consagración del Templo, “de oriente a occidente, del norte al sur, del nadir al cenit”
[17] “Oro, sangre y cielo”, tres expresiones superiores y
vitales de los elementos “tierra, agua y aire-fuego”, entre otras correspondencias
simbólicas no menos importantes que pueden surgir al respecto.
[18] La dirección del
trazo de las lenguas sagradas en vinculación con esta segunda imagen es importante,
si consideramos que la segunda posición diurna del Sol (mediodía) se corresponde
con el 2º Vigilante, quien “…trae a los obreros de los trabajos a la
re-creación…”. La “re-creación” del orden universal a través de la
ejecución de la tenida propiamente es equiparable a la paradójica manifestación
de lo inefable a través del “logos sagrado”.
[19] Esta tríada es
representativa de las dimensiones del cosmos en sus dos perspectivas
simbólicas, de las cuales el hexagrama y el pentagrama constituyen su
arquitectura.
[20] Lao Tzu. TAO TE CHING. Editorial Azul, primera edición. 1999. Barcelona. España, p. 37.
[21] Versión latina Medieval de la Tabula Smaragdina, versión del “pseudo-Apollonius” de Tyana (Sirr al-khalīqa).
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