LA COLUMNA DE ARMONÍA EN LA MASONERÍA (Texto y Podcast)
Francisco Ariza
“Saber de música no consiste sino en conocer la distribución ordenada del conjunto del universo y cuál es el plan divino por el que se asignó un lugar a cada cosa” (Asclepio 13).
De hecho, la estructura musical conforma una
arquitectura de sonidos, pero su base es numérica como la arquitectura visible
y tridimensional. La arquitectura del Cosmos está hecha de sonidos articulados
por el número-idea, y se hace tangible a través de las formas geométricas. La
música, arte vinculado al tiempo, se propaga por el espacio como el hálito
divino relacionando a todas las cosas en un todo orgánico y vivo, siguiendo la
escala septenaria por intervalos rítmicos en perfecta analogía con la Harmonia
Mundi, o “Música de la Esferas”.
El hombre es capaz de reproducir esos ritmos, y de
reconocer sus armonías internas, porque su alma es de naturaleza musical, como
podemos leer en Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha,
Módulo I, acápite “Música”, de Federico González y colaboradores:
“De naturaleza musical está hecha el alma humana y
su inteligencia, ya que son ellas las que captan las sutiles relaciones entre
las cosas; la maravillosa articulación que a todas las mantiene unidas, con sus
matices, en un todo indivisible que se va revelando a medida que la unidad y la
armonía se imponen a nuestro caos particular”.
Entonces la “Columna de Armonía” es el propio ser humano que ha reconocido que él es una nota dentro del Concierto universal, o Arquitectura cósmica. Así, desde el punto de vista iniciático, el valor terapéutico de la música corre paralelo al conocimiento de las armonías internas. Este es el sentido que la Masonería asigna a la “Columna de Armonía” durante los trabajos de Logia, incluidos los banquetes rituálicos, llamados significativamente "Logias de Mesa" [1].
Logia de Mesa, siglo XVIII.
La música masónica, en cuanto simbolismo sonoro, se constituye así en una parte más del rito, participando en la transmisión de
la influencia espiritual, “percibida” también como un sonido intangible, una
palabra, un mito evocador, que resuenan en nuestra memoria y que actúan
de Fiat Lux iluminador sobre el conjunto de la individualidad
humana, poniéndola en concordancia, es decir en armonía, con el Alma universal.
En aquellas logias donde la música forma parte del rito la Columna de Armonía
se constituye en un elemento activo de la psicodramatización vivida durante la
iniciación en los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro.
2.- “Columna de Armonía” evoca el monocordio divino tal como fue estudiado por Robert Fludd, quien como otros filósofos herméticos de la Edad Media y el Renacimiento recoge la herencia pitagórica al respecto. Como su nombre indica el monocordio está formado por una “única cuerda” situada sobre un mástil, conectando la parte alta con la parte baja del mismo, actuando así de intermediaria entre el mundo superior y el inferior. El mástil está dividido a su vez en distintas partes y con diferentes medidas para que la cuerda al ser pulsada pueda generar las consonancias musicales, así como sus tonos e intervalos, que son proporciones numéricas, obedeciendo al mismo patrón que las proporciones en la arquitectura. Se hace evidente la analogía del monocordio con el Eje del Mundo, motivo por el cual Robert Fludd, siguiendo a Pitágoras, hizo corresponder los intervalos sonoros, de distinta proporción entre sí, con cada uno de los sonidos emitidos por los planetas, el cielo estrellado y las jerarquías angélicas, hasta alcanzar el Cielo Empíreo, morada del Gran Arquitecto del Universo, como podemos observar en el grabado. A este respecto, en el primer capítulo de sus Escritos sobre Música, Robert Fludd señala lo siguiente:
“Así, pues, las proporciones conducen, sin duda, a la muy notable armonía mundana (léase Harmonia Mundi), proporciones por las que, operando la naturaleza de la luz primera en la materia intermedia, se consigue la concordancia indisoluble de todas las cosas y los oídos del intelecto son acariciados por una música inexplicable, pues el instrumento de esta melodía, esto es, la máquina del mundo, es como un monocordio cuya cuerda, por medio de la cual se logra el consenso de las partes, es la materia intermedia de todo el mundo. Hay en esta música un impulsor que es el alma del mundo, o luz esencial”.
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[1] Masones, como Mozart, compusieron específicamente música destinada al ritual masónico. Tal es el caso de "La alegría masónica" (K. 471), o "Música para un Funeral Masónico" (K. 477-479a).
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