"...Y HUBO HAMBRE". (Sobre un versículo del Libro de Ruth)
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Jo Agnós Adelfós*
PALABRAS PRELIMINARES
Dando
continuidad a la plancha anterior sobre el libro de Ruth, recordamos que se
mostró en dicha oportunidad algunos elementos vinculados con “EL TIEMPO” y su
representación simbólica.
En la
presente desarrollaremos un poco la idea del “ESTADO” representado en la
condición de “VACUIDAD” inherente al “HAMBRE EN LA TIERRA” a la que alude el
primer versículo del libro que nos ocupa.
2.2.- UN ESTADO. VACUIDAD
La vacuidad es un estado de potencialidad absoluta.
Este
segundo elemento en el texto hebreo transliterado expresa wa'yehí ra'áv… ("y
hubo hambre").
La
expresión “hambre…” es la traducción del término semítico ra'áv… que resulta
ser un sustantivo conformado por las
letras resh, ayin y beth. Ahora bien, si tomamos en cuenta el valor
numérico de cada una de esas letras en atención a su “posición en el alefato”
tenemos que sus correspondencias numéricas son: 20, 16 y 2.
En vista
de la arquitectura de las tres letras referidas, la primera y la última se
diferencian en la presencia de un trazo horizontal en la beth (ב) que funge como soporte inferior, cual piso y fundamento;
mientras que en la resh (ר) pareciera representar algo así como una
“escuadra” en el vacío[1]. Ambas coinciden en el
trazo inicial pero solo la beth tiene un sustento y fundamento[2].
Ambas
coinciden igualmente en que la posición de la primera (resh) en el alefato es el número 20 mientras que la segunda (beth) es el 2. El número 20 y el 2 son
lo mismo pero en escalas distintas, el primero es la dualidad “consciente” de
aquello que la trasciende, el contraste de los opuestos, que
posee como antesala a ese “cero metafísico” que representa el “No-Ser”, y es
precisamente de este “No-Ser” de donde surge el vacío al que se aludió al
hablar de la “escuadra”, que además es la joya de la Dignidad que corona la
jerarquía vertical del Taller [masónico].
Ahora
bien, en medio de esas letras se encuentra la ayin (ע) cuya arquitectura es de tanta peculiaridad que solo podríamos
calificarla como una “bifurcación”. Cual si fuera un árbol con sendas ramas
creciendo en direcciones diferentes, se observa a la pequeña rama de la
izquierda (desde la perspectiva del lector) como un apéndice de la otra,
constituida esta última por un solo trazo.
En base a
lo anterior, veremos cómo dicha arquitectura se vincula profundamente con el
simbolismo hermético de los arcanos mayores del libro de Hermes. Es así como
las letras quedan transfiguradas en tres figuras correspondientes: el Juicio, la Torre y la Sacerdotisa.
La
revisión de estos tres arcanos nos muestra el sentido simbólico de aquello que
el “HAMBRE” expresa, además de su importancia en la doctrina de los estados del
ser.
2.2.1.- EL “JUICIO”, UNA ESCUADRA EN EL VACÍO
Arcano XX. El Juicio
En la imagen se nos aparece un ser resucitado,
erigiéndose desde dentro de una tumba “verde”. El mismo se encuentra de
espaldas al observador[3], su sexo es indeterminado
a diferencia de los dos seres externos que le contemplan desde afuera, siendo
que el de la derecha (desde la perspectiva del lector) es un hombre que deja
traslucir su tetilla izquierda, mientras que del lado izquierdo es una dama que
deja ver a su vez el seno derecho en dirección al observador. Ambos pechos se
complementan en la androginia que se nos sugiere a través de la tríada y en
relación con el “resucitado”; cuyo sexo -en virtud de su posición, figura y pose en la imagen[4]- es indeterminado.
En la
escena inferior de la imagen encontramos la representación a su vez de 3
mundos, dos de ellos corresponden a la naturaleza: los vivos y los muertos.
Mientras que el tercer mundo es sobrenatural: el resucitado.
Por
encima de dicha escena se halla un Gran Ángel tocando una trompeta, el mismo
surge en medio de una figura que sugiere
un “estruendo celeste”. Esa entidad superior señala a su vez un banderín blanco
que posee una cruz amarilla[5]. Esos dos colores y el
símbolo señalado deben llevarnos a reflexionar profundamente, ya que solo el
ser resucitado contempla el banderín mientras que los otros dos le contemplan a
él.
Esta
entidad es el 7mo Ángel referido por San Juan en un versículo de suma
importancia, contenido en el Apocalipsis, de la siguiente manera:
Apocalipsis, 10:7
ἀλλὰ ἐν ταῖς ἡµέραις τῆς ϕωνῆς τοῦ ἑβδόµου ἀγγέλου ὅταν µέλλῃ σαλπίζειν καὶ τελεσθῇ τὸ µυστήριον τοῦ ϑεοῦ ὡς εὐηγγέλισεν τοῖς ἑαυτοῦ δούλοις τοῖς προφήταις.
Al’lá en táis hêmérais tês
phônês tû ebdómu angélu hótan mél’lê salpítsein kái telesthê tó mystêrion tû
theû hôs euêngélisen tóis heautû túlois tóis prophêtais.
Pero en los días del sonido
(vibración) del séptimo ángel, cuando (este) deba tocar la trompeta[6],
también el misterio[7]
(doctrina secreta) de Dios se cumplirá[8]
como lo evangelizó a sus propios siervos: los profetas.
(Las expresiones entre
paréntesis muestran segundos significados e igualmente otras posibilidades de
traducción que resultarían de suma importancia).
Este versículo precede a otros tres que no son menos
relevantes, los cuales están referidos a la obtención de un libro por parte del
profeta, cogido de las manos de un ángel, erigido sobre la tierra y el mar[9]. Una vez que es tomado dicho
libro, es devorado, manifestándose un “dulzor como la miel” en la boca y un
vientre que se amarga, cuyas referencias están plenas de elementos simbólicos[10].
2.2.2.- LA “SACERDOTISA”
Según el
orden que venimos llevando, debería tratarse en este apartado de la carta de la
“Torre”; sin embargo, se aborda la correspondiente a la tercera letra, tomando
en consideración que el segundo arcano se debate entra la primera y la última
carta.
En este
sentido, se trata de la sacerdotisa coronada, que enseña y oculta a la
vez.
Los
niveles de su corona, el velo que surge cubriendo su anatomía superior, así
como el que se encuentra detrás de ella, constituyen la jerarquía iniciática de
la cual es representante, conforma la “tradición” propiamente.
La
tradición viaja más allá del devenir y por encima de toda latitud, adquiere
formas diversas, se expresa mediante lenguas sagradas disímiles en apariencia,
enseña a través de los símbolos, textos, mitos, ritos, ceremonias, praxis. He
allí el libro abierto sobre sus piernas del cual puede leer todo aquel que ha
sido llamado por la serena mirada de esa dama que recibe múltiples formas y
nombres: Diosa, Madre, Viuda.
Ese libro
es puesto a disposición para ser devorado ulteriormente, sus dos sabores
“dulce” y “amargo” evidencian la iniciación propiamente.
2.2.3.- LA “TORRE”
Ahora,
retornamos a la segunda imagen y letra. Como se dijo antes, la segunda letra es
como un árbol que se bifurca en dos direcciones, una de sus ramas tiende hacia
el JUICIO y la otra se despliega en dirección a LA SACERDOTISA. Aquí estamos
ante un umbral terrible, devorar o no devorar el libro, enfrentar el sabor,
degustar o quedarnos en la simple lectura.
He allí
la catástrofe de esta carta, una torre en su verticalidad, con los 3 ventanales
del tiempo que indicamos al hablar de las 3 posiciones diurnas del Sol en el
primer elemento de la tríada.
Esa
arquitectura incólume no se inmuta frente a la llamarada superior que ingresa
desde la cúspide y levanta el capitel, que sin embargo no cae.
Los dos
individuos al pie de la torre, a primera vista, pareciera que se han derrumbado
por el siniestro, pero el que realmente cae es aquel cuyo cuerpo se observa
totalmente en la imagen; mientras tanto, el otro individuo se encuentra detrás
de la torre, detrás de la columna, oculto, recogiendo con avidez lo que
desciende como producto del impacto de la llamarada.
Ese
segundo hombre se encuentra cosechando.
El mito
de la “Torre de Babel” que según un punto de vista explica el origen de la
diversidad de lenguas y la dispersión de la humanidad ensoberbecida en sus
estados primigenios, nos muestra igualmente que la vía de ascenso consiste en
la cosecha oportuna al amparo de la torre; que toda catástrofe traduce el
descenso de la llamarada para que el fuego sea disponible.
El punto
superior de la torre, ese espacio entre el capitel que se levanta y la cúspide
de la torre, constituye el punto donde impacta el fuego. Allí se observa la
rectitud del cuadrado en la torre y el círculo inferior del capitel levantado,
sugiriendo un simbolismo arquitectónico de gran relevancia: la cuadratura del
círculo.
Así pues,
la bifurcación mencionada, es el debate que tiene lugar en el seno de la
condición humana. El hombre se encuentra entre el círculo y el cuadrado,
vapuleado entre uno y otro extremo, sin poder conjugar ambas figuras. Se
encuentra entre la vibración de la trompeta del Ángel y el discurso contenido
en el texto que sostiene la tradición. Se queda leyendo el texto sin poder
devorarlo y sin preguntarse qué hay más allá de los velos.
En medio
de esa “tragedia” que es precisamente la confrontación de dos extremos
terribles y necesarios, está el hombre que se pregunta por su origen y su
destino, sin respuesta racional alguna que llegue a satisfacerlo en su fuero
más interno, buscando emprender el camino de retorno, a través de esa vacuidad,
permanentemente hambriento.
* Esta expresión es la transliteración de una expresión
Griega que se traduce como “El Hermano
Des-conocido”. Quien escribe esta plancha fue bautizado muy apropiadamente
con este nombre por pequeños sobrinos. Tiene gran significación, pues su
búsqueda espiritual y objetivo es la de conocerse a “sí mismo”. Su estado es
precisamente el de “des-conocido”; la legión, arriba referida, sabe de él tanto
como él mismo: nada. En medio del fragor de la batalla todo es confusión. Solo
Moisés, Aarón y Hur distinguen bien entre Israel y Amalec, desde la cumbre del
collado.
[1] Una escuadra sin utilidad aparente a falta de la sustancia que se preste a
ser medida con ella.
[2] No en vano, Beth es la primera letra del primer
libro de la Toráh.
[3] En la carta se observa “al Resucitado” de espaldas al observador y, a su
vez, la pareja que está fuera de la tumba, se encuentra de espaldas al Ángel
que suena la trompeta. El simbolismo de la figura infantil del “Ángel de la
guarda” se hace patente en esta carta, considerando además que es precisamente
el Arcángel Gabriel el que, según la arquitectura de la Cábala Cristiana, se
encuentra “detrás”, pues él es el guardián de Occidente, lo cual coincide con
uno de los cargos más importantes del Taller [masónico], cuya gran importancia suele
pasar desapercibida.
[4] Su posición, central; su figura, andrógina.
[5] El fondo blanco del banderín y la cruz amarilla constituyen a su vez el
simbolismo lunar y solar, respectivamente. El primero como potencialidad
indeterminada propia del “eterno femenino” y el caos; el segundo, que
constituye la determinación primera, el Ser, a partir del cual tiene lugar el
despliegue del orden universal en las direcciones y dimensiones del espacio que
la cruz expresa.
[6] La trompeta es un instrumento de gran peculiaridad: es de “viento” lo que
además de conectar con el viaje correspondiente de la “senda estrecha”, también
nos conecta con las “ventanas” inherentes a la estructura sagrada. En el mismo
tenor, la arquitectura de dicho instrumento resulta interesante: la boquilla de
la trompeta es como un centro, por donde el ángel impele el aire, que viaja a
través de la vertical representada en el cuerpo del instrumento, para llegar
finalmente al pabellón de la trompeta, que es a su vez una reproducción de la
circunferencia.
[7] El sustantivo mystêrion (misterio, doctrina secreta, sacra-mento, arcano,
etc) se vincula con términos como el sustantivo mythos (mito) y el verbo myô (cerrar, cerrarse). Todas estas expresiones y otras análogas cuyas dos letras
iniciales conforman la sílaba My que en su fonética simula el “mugido
de la vaca”, lo que es de suma importancia a las luces del simbolismo
astrológico.
[8] El verbo teléô del cual telesthê es la conjugación en aoristo pasivo 3ra p. del sing.,
evidencia lo que habrá de cumplirse ciertamente, pero igualmente, dicho verbo
contiene en sí la noción de “ser iniciado en los misterios”.
[9] Sobre este pasaje, véase el trabajo del QH.'. Francisco Ariza titulado "La Sabiduría como alimento" en: https://franciscoariza.blogspot.com/2022/06/la-sabiduria-como-alimento-del-alma.html
[10] La ingesta del libro y su procedencia evidencia una comunión poco común. El conocimiento que se procura con la iniciación no hace referencia al de tipo “erudito o académico” que se acostumbra en el mundo profano, sino a otro que debe ser integrado y “en-carnado”. Esos ámbitos donde se posa el ángel y los sabores opuestos que el libro genera en el profeta, nos recuerdan aspectos importantes del momento previo a la recepción de la luz masónica. En el mismo orden, no es extraño que en tradiciones de otras latitudes sea empleado el símil del “sabor” o del “gusto” para hacer referencia al conocimiento iniciático efectivo, más allá de todo discurso. Solo es posible degustarlo una vez que se ha llegado al estado de poder devorarlo y digerirlo.
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